jueves, 13 de marzo de 2008

buena gente

Llovía, esa garúa finita que tanto molesta. Yo iba sin paraguas, sin nailon, harta de los días de lluvia y sus implementos. Estaba húmeda como una esponja. Ya casi ni lo notaba, uno se acostumbra a cualquier cosa.

Pero claro, ir a trabajar no es algo agradable a menos que uno sea una maldita persona feliz. Y una es mujer, y tiene menstruaciones. Y la lluvia las hace un poquito más molestas. Y mientras mis ovarios parecían estar rebelándose contra el resto de mi cuerpo, seguía caminando, deseando llegar a casa. Faltaba mucho, ya que ni siquiera había entrado a trabajar, mucho menos había salido. Digamos que he sabido estar de mejor humor, aunque más que nada estaba cansada. Sentía como que era viernes hacía demasiado tiempo.

Paré en una esquina, miré a un lado, al otro, y vi venir una especie de nave espacial de velocidad supersónica, llena de luces de colores. También llena de extraterrestres muy mala leche, porque depositó el charco que había a mis pies sobre mi cabeza, y puedo jurar que fue a propósito. Pero ni me calenté, porque uno se acostumbra a cualquier cosa.

Después de cruzar vi a un pobre perro flaco y débil, tirado contra una pared. Me partió el corazón, pero el corazón no guiaba mis piernas.

En la parada del ómnibus un niño chico me pidió una moneda. Busqué en mi monedero, pero nada, no quiso aparecer la moneda. Me dijo que entonces le diera los veinte pesos que tenía en la mano. Le expliqué que eran para el ómnibus. Me dijo que el boleto no salía veinte, salía menos. Le expliqué que el cambio me lo iban a dar en el ómnibus. Me dijo... bueno, puteadas que no sabía que existían. Me expliqué que era mejor no explicarle nada más.

En el ómnibus pasaron seguidos el payaso más triste del mundo y el peor cantante que existe. En general está todo bien con ellos. En el ómnibus lleno, húmedo y con olor a perro, no.

Creo que ya dije que mi corazón partido y doliente no me guiaba ese día.

Una mujer de incalculable edad (gracias a las diversas cirugías plásticas que le había realizado su peor enemigo) empezó a quejarse de lo mal que se sentía y de que nadie le daba el asiento a los mayores, usando el lenguaje de suspiros, gruñidos y empujones, que después de más de diez años en bondis montevideanos uno entiende a la perfección. La señora parecía haberse olvidado de que se había puesto unos tacos aguja de considerable altura. Quise explicarle que podía ser la causa de su mal en el lenguaje de los codazos, que yo domino a la perfección. Pero no todo el mundo es bilingüe.

Bajé del ómnibus sintiendo cara de muerta. Las caras a veces se sienten sin necesidad de espejo. Yo tenía cara de zombi. Ni enojada ni nada. Zombi.

Por la plaza vi varios bultos tirados en el pasto. Correspondían a gente muy alcoholizada, preferentemente menores de dieciséis. Quizá había algún cadáver entre ellos, pero era imposible distinguirlos.

Es lo que abunda en la Ciudad Vieja: ruinas históricas y ruinas humanas, sobre todo los viernes de madrugada.

A esa altura del viaje suele no molestarme nada, pero ese día tenía un problema: el celular. Sonaba, sonaba, sonaba, retumbaba en la plaza vacía, sonaba sin parar... y yo no lo encontraba, rebuscaba en la mochila...

En eso casi choco de frente con el niño que me había pedido la moneda o el billete, que seguía con su desmenuzamiento de mis parientes y sus partes anatómicas. No entendía nada, ¿estoy muy dormida?, ¿cómo llegó este pendejo acá? Se perdió entre las calles tan rápido como había aparecido, dejándome completamente descolocada.

Igual seguí caminando, el celular seguía sonando, yo lo seguía buscando (¿quién tiene tan poca vida que me llama a las seis de la mañana, por dios?), y pasó lo inevitable: se me cayó la mochila y salió rodando todo su contenido. ¿Inevitable?, puede ser, pero... ¿todo, hasta la mugre? Y el celular no estaba, por lo menos no visible.

Lo primero que quise a agarrar era el tabaco, por que lo estaba necesitando con urgencia. Me acercaba, ya estaba cerca... de un desparramo, porque unos tacos de aguja acababan de hacer un agujero en el paquete, justo en la palabra “Cerrito”. Miré hacia arriba, hacia atrás, hacia los tacos que se alejaban. Reconocí a la lady del bondi (también tenía cirugías experimentales en su parte trasera), y las palabras no me salían porque eran demasiadas. Ella no se percató de la existencia de otros seres humanos, sólo saludó al extraterrestre del auto supersónico, que tenía apariencia de sapo, o de Gonzalo Fernández.

Y el celular seguía sonando.

A esa altura ya empecé a entender que algo andaba mal, algo andaba mal en alguna de las dimensiones del universo. Sobre todo porque el payaso más triste del mundo se reía de mí desde la otra vereda, y yo no lo encontraba nada gracioso. El peor cantante que existe parecía ser su amigo, porque lo acompañaba con la guitarra desafinada.

Y el celular seguía sonando.

Llovía, esa garúa finita que tanto molesta. Yo iba sin paraguas, sin nailon, harta de los días de lluvia y sus implementos. Estaba húmeda como una esponja. Ya casi ni lo notaba, uno se acostumbra a cualquier cosa.

Uno se acostumbra tanto, que ya ni se siente mojado.

Uno se acostumbra tanto, que está seco y calentito mientras llueve.

Y el celular seguía sonando.

Porque no alcanzaba la mesa de luz, de tan dormida que estaba, y no podía apagar la alarma.

La dulzura de la vigilia me fue alcanzando.

Qué placer.

Era domingo.

Mi madre no me gritaba para que me despertara.

Estaba esplendorosamente soleado.

...

Quisiera decir, orgullosa, que después de ese sueño mi vida cambió. Que al sapo y a la lady les dije las cosas en la cara, sin tapujos, y que de paso los escupí. Que le llevé comida al perro flaco, y de paso le puse una mantita. Que me hice amiga del niño de la parada, y de paso, gracias a mi enorme comprensión y apoyo hoy está de vuelta en la escuela y piensa ser arquitecto. Que aplaudí a cuanto payaso y cantante subió al bondi, sin importar cuánto me hicieran llorar por dentro. Que voy con cara alegre mientras salto por el cementerio improvisado de la Plaza Matriz.

Pero no. Porque después del domingo, viene el lunes. Y el lunes es imposible ser buena gente, a menos que se tenga mucha práctica.

Igual a la lady sí le dije un par de cosas.

8 comentarios:

fede_buho77 dijo...

Aplauso, aplauso!!!!! me recontra cague de risa con perdon de mi uso del latin, pido disculpas si este lenguaje ofende la visita pero primero me recague de risa y despues me encanto encontrar la dulzura de la justicia en actos tan simples y chiquitos...besos lara, me alegro de haber visitado, voy a volver por mas...

Lara dijo...

Todo lenguaje está permitido, fede, sobre todo si es para reírse. Che, nos estamos visitando, me encantó tu blog, no sé si ya te lo dije.

Besos

andal13 dijo...

La eterna duda de Chuang Tzu... sólo que esta vez tuvo una pesadilla kafkiana.

Excelente, gurisa.

Verónica Medina dijo...

Buenisimo me encanto me estoy riendo sola y el guardia de seguridad me mira como diciendo esta mina esta mas loca.

Volví de BsAs, mmm no sabes que linda que estaba, la locura de siempre, las puteadas y empujones en el subte, el calor y el aire viciado, pero que linda que estaba.

Pase tan bien, no sabes cuanto necesitaba huir de mi vida aunque sea un finde.

Che alguna novedad de las vacaciones en semana santa????

Avisame.

Lara dijo...

Ya ves, Vero, lo que es mi vida en Montevideo, todo glamour...

Tengo novedades para la semanita, te paso un mail más tarde...

Abrazo, me alegro que hayas pasado bien allá

JuanT dijo...

Buenas, ando por aca, visitando su blog señorita...

Nada, pos nada, qué decir, un placer encontrarte y leerte, la verdad que te venías escapando de mis búsquedas de blogs legibles, menos mal que nos encontramos.
Me gustó mucho el relato, se nota que lo escribes sabiendo lo que haces, y se nota que disfrutas escribiendo, porque eso se transmite al lector, que disfruta leyendo (en este caso yo, jeje).
Me gustó el relato, como usas con soltura el lenguaje, y como vas convirtiendo todo desde lo cotidiano hacia algo mas surrealista, más cortazariano...debo decirte que un poco me desilusionó que era todo un sueño, podía de hecho el personaje meterse en el sueño y que esa fuera su nueva realidad, pero bueno, después de esa decepción del lector (y decepcionarlo es bueno, mal acostumbrarlo no) terminaste con tres párrafos que cierran todo muy muy bien.

Lara dijo...

Hola, juant, bienvenido! Me alegra que te gustara el relato, y la despeción, bueno, es parte de ser lector a veces, jajaja... Para mí el sentido del relato era justamente esa idea de "segunda oportunidad" y como se desaprovecha al final... además yo vivo soñando medio despierta, será por eso que creo que los sueños son bastante reales, no son pura fantasía.

Bueno, bienvenido al blog y nos estamos leyendo...

Lara dijo...

Claro que quise decir "decepción", y dije cualquier cosa...