miércoles, 13 de enero de 2010

no eran siete años

Él despotricaba contra las guerras y la ONU, contra los chorros y los políticos. Su discurso se había vuelto monolítico y, aunque tratara de adornarlo, aburridísimo. Su hija ya no lo escuchaba, jugaba con una servilleta, tratando de doblarla de forma interesante.
-… siempre es lo mismo, acá y allá…
La hija, que se había perdido ya la mitad de la historia, se preguntó dónde serían “acá” y “allá”. Acá podía ser la ciudad, el país o el continente. Allá, cualquier país poderoso o región del primer mundo.
Acá puede ser el bar, pensaba ella. En ese caso allá… ¿sería la casa?
No, sería otro bar. Otro bar donde el servicio fuera pésimo.
-… además ellos saben, ¡no son inocentes!
Sí, pensó ella, es el otro bar, y rió para sí.
Se imaginó un bar al lado del de donde estaban, igual pero dado vuelta; hasta con un gallego ciego de un ojo, sólo que el suyo sería el izquierdo.
El padre pedía otro whisky y seguía hablando.
-… ¡no es nada!, ¿entendés?, para ellos es cruzar la calle…
Ella se imaginó que el bar se mudaba para enfrente y se convertía en un reflejo del que ocupaban. Su padre le debería plata al otro gallego, seguro. Sintió un alivio extraño al pensar que no sería tan fácil para él cruzar la calle, como decía él, porque los reflejos no salen del espejo.
-… a veces me miro en el espejo…
¡Qué coincidencia!
-… y me digo en voz alta cómo es que no hago nada contra eso…
Gran error, papá, pensó ella. Gran error pensar que el espejo es inocente y confesarle todo. Te muestra exactamente lo que querés ver, ¿entendés? No es sincero.
La servilleta ya no podía mantener forma alguna, y la arrojó en la mesa.
-… y veo… y veo que la vida…
Te llevó a casarte y tener hijos, ¿no? ¿Ves que el espejo es engañoso? Te pone en contra de los que no te hicieron nada.
Estaba molesta, más que de costumbre.
Solía inventar sus propias conversaciones cuando estaba con alguno de sus padres. Seguirles la corriente sin irritarse mucho, pensar en las cosas sin el dramatismo que ellos le imprimían. Pero esta vez estaba incómoda y le costaba evadirse.
Sabía que no le iba a pasar la plata de la pensión. No lo esperaba, conociendo su vida, pero su madre sí; iba a tener que pelear por eso una vez más.
Se sintió cansada, muy cansada. Muy vieja, al ver que su padre no crecía y ella se alejaba cada día un poco más.
-… creo que tiene derecho, por supuesto, pero que no me lo exija como si…
… nada. Decí algo nuevo, papá, pensó ella, y levantó la vista.
El espejo detrás de él le devolvió su propia mirada. Le impresionó lo agotada y dolida que se veía. Quizá ese era siempre su reflejo, pero no lo había notado.
Algo en su cabeza le preguntaba cómo podía confiar todavía en este vago de mierda, quererlo tanto, desesperarse por verlo bien cuando él no hacía nada por lograrlo. Sus historias ya no tenían sentido. No había razón para su abandono, y sin embargo, ella siempre lograba inventarle una.
Ya lo sabía, y quiso ignorarlo. Contuvo las ganas inmensas de llorar que de repente se apoderaron de ella, mientras trataba de arreglar el desastre, tan asustada como cuando, de niña, había roto el espejo de la abuela.

Él se vio acusado en los ojos grandes de su hija. Retiró la mirada y se encontró con el otro espejo. Recordó como lo habían sacado a la fuerza de aquel otro bar donde, muy borracho, rompió un espejo igual a ese. Su hija nació mientras él estaba en la comisaría.
Allí volvería incontables veces, y fue inevitable que ella lo supiera y lo esperara cada vez.
No quería pensar en ese día, pero no podía evitarlo. Las cosas nunca volvieron a equilibrarse del todo. Y ya no podía culpar al mundo.
Vio que la mirada triste de ella lo seguía, rebotando en otros espejos.
Al final no eran siete años, pensó. Eran más…

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Estupendo relato, Lara. A veces la tragedia (y la comedia) de la vida se esconden en un vidrio azogado...

mArXelLa dijo...

Me dejaste viajando y mirando los cristales...buscando imágenes pensando en tantas cosas. Un beso y un abrazo de inicio de año...

Unknown dijo...

los espejos... debería preguntarle a un psicólogo por qué me gustan tanto !!!...
Bueno Lara, dos personajes muy bien retratados, padre e hija, muy bien logrados, cada uno en su "reflejo", reflejo que siempre hace meditar, pues uno no ve, a veces, lo que quiere ver sino lo que uno muestra...
Por supuesto el dolor, el reproche, el hastío, de ella, muy bien narrado, como una historia paralela que ella misma se hace a partir de retazos de las palabras de él...
Y él, en el final, viendo lo real de la tristeza de su hija, no directamente a sus ojos, sino, a través de los espejos...
Buena metáfora sobre la cobardía o la incapacidad de afrontar la realidad, verla a través de los espejos y no directamente...
¡Felicidades compañera!... la sigo, usted escribe muy bien...

Verónica Medina dijo...

Lara que bien estas escribiendo, siempre me gustaron tus hitorias, pero esta particularmente me encanto, los personajes estan muy bien logrados, el lugar, las palagras.
Felicitaciones, muy muy bueno.

Lara dijo...

muchas gracias queridos lectores! abrazos!

juan pascualero dijo...

He sufrido mucho con tu relato. O lo que es lo mismo: es genial, no se puede leer objetivamente.